Alexandre Dumas (1802-1870), más conocido en España como Alejandro Dumas, es uno de los escritores de ficción más prolíficos de la historia de la literatura internacional. Posiblemente también es uno de los más traducidos y venerados de Francia. Algunas de sus obras más aplaudidas son ‘Los Tres Mosqueteros’, ‘El Conde de Montecristo’ o ‘El Tulipán Negro’. Tanto estas como otras de sus obras fueron llevadas al cine décadas después de su muerte. Lo que no se conoce tanto es la devoción de Alejandro Dumas, que era un gran gourmet, por el melón de la variedad Charentais. Y esa es la historia que te vamos a contar hoy.

Los melones Charentais, de la familia de los Cantalupos, son los favoritos de los franceses desde hace una barbaridad de años. De hecho, en Grupo Eurosol los cultivamos principalmente para satisfacer la alta demanda del mercado francés. Reciben el nombre porque en el país vecino se cultivan históricamente en la región de Charente, y su cultivo se concentra en los alrededores de la ciudad de Cavaillon.

Un trueque sabroso

Pues bien, en cierta ocasión, coincidiendo con la inauguración de la biblioteca de Cavaillon, las autoridades de la ciudad escribieron a Alejandro Dumas una carta en la que solicitaban que donara algunas de sus obras a los fondos del edificio público. El escritor se confesó incapaz de elegir entre solo algunos de sus libros, que consideraba como hijos, pero propuso un trueque bien sabroso a la ciudad francesa: “Si el pueblo y las autoridades de Cavaillon estiman mis libros, yo gusto extraordinariamente de sus melones; así pues, es mi deseo que, a cambio de mis dos o trescientos volúmenes, se decrete a mi favor, por orden de ese municipio, una renta vitalicia de doce melones por año”.

Esa devoción por el melón Charentais la dejó escrita Alejandro Dumas en su ‘Diccionario de Cocina’, que fue publicado en 1873, tres años después de su muerte: “Solo tengo un deseo que expresar, y es que mis libros siempre tengan el mismo encanto para los ciudadanos de Cavaillon que sus melones para mí”. A lo largo de su vida el venerado escritor francés amasó grandes fortunas, pero su estilo de vida derrochador lo cargó de deudas hasta el final de sus días. Lo que imaginamos que nunca le faltaría en los meses de verano es su cuota de melones. En su obra más culinaria quedó escrito así: “He disfrutado de esta anualidad desde hace una decena de años y, debo decirlo, nunca han fallado ni una vez”.

Claro que, en aquella época, no se cultivaban melones Charentais en el sureste de España, pero estamos seguros de que si el señor Alejandro Dumas viviera hoy donaría su extensa bibliografía a cambio de unos cuantos ejemplares de Charentais, Snowball, Orange Candy o de cualquiera de las otras variedades de melón que cultivamos en los invernaderos de nuestros agricultores. Pero tendría que esperar a la siguiente temporada, porque ya no nos quedan.

melón charentais

Melón charentais

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